Juegos Crueles
Hay un juego, que me divierte demasiado. Y no es culpa mía, es culpa de las dos mujeres en mi vida. Pareciera que se ponen de acuerdo para entretenerme cada domingo, que tenemos cena familiar. El juego empieza desde el viernes, cuando Virginia y mi mamá intentan ponerse de acuerdo. El problema es la cara de seriedad que tengo que mantener durante esos tres días, y por supuesto, alabar a cada lado en privado para yo no meterme en problemas. Ya no quiero ser el mediador, oh no, me sucedió la primera vez y no pienso, ni siquiera en un impulso suicida, tratar de mediar la situación con las dos mujeres presentes.
El juego de este fin empezó de la siguiente manera:
"¿Entonces, mi querídisima Virginnnnia, tú traerás las alcaparras?" pregunta mi madre desde la cocina, mientras Virginia y yo miramos la tele en la sala, nota aparte... observen cuidadosamente la ene, a la cual mi madre presta atención cariño y yo antes no comía alcaparras, hasta que Virginia se presentó en mi vida. Mi mamá sabe cuánto las odia, pero ella, por no querer darle gusto responde así:
"Las alcaparras que le meteré por el...", responde Virginia molesta, mientras me observa.
"Callada que sigue siendo mi madre", me tengo que aguantar la risa. Si pudiera sacarle una foto a Virginia cuando gesticula y utliza esas palabras, es y sin ánimo puñalesque, DIVINO.
"¡Si señora, mañana voy por ellas al super!", exclama ella.
"¿Y mañana qué piensas cocinar queridita Virginnnia?"
"Le voy a cortar una pierna señora y la ... ", miro a Virginia serio, ya son semanas de práctica y ella responde con una cara de puchero, "¡Pastel de carne!"
"¡Pero si eso hiciste la semana pasada!"
Virginia se muerde los labios, respira profundamente, y sonríe con dientes como cuchillos.
"¡Entonces le traigo empanadas de queso y jamón!", dice ella. Esas como me encantan, un novio argentino le enseñó a preparar la masa. Ese mismo novio le enseñó otras cosas que se quedan dentro de la habitación. Tal vez luego me anime a contárselas.
"¡Ay no! ¡Tú sabes que los lácteos me hacen mal!"
"Que raro, vaca gorda", murmura Virginia y yo tengo que pellizcarle el brazo, "¡Ouch!".
"¿Qué dijiste, Virginnnnia?"
"Que si le parecen unos bistecitos en salsa verde".
"¿Qué te parece Salo, los bisteces están bien? Porque si mal no recuerdo... a ti te hace daño la carn...."
"¡Están bien los bisteces, mamá!".
Entonces me disculpo y les digo que saldré a fumar, así se quedan calladas. El chiste, lo he descubierto, es medir el poderío de la mujer sobre el hombre. Cuando están solas no se qué se dirán, no creo que mucho. Pero cuando estoy yo de por medio, se preparan para darme ese show secreto que tanto disfruto en ocasiones y me hace reír, mientras camino sólo, con mi cigarro y el aire dispersando la risa contenida de semanas enteras.
El juego de este fin empezó de la siguiente manera:
"¿Entonces, mi querídisima Virginnnnia, tú traerás las alcaparras?" pregunta mi madre desde la cocina, mientras Virginia y yo miramos la tele en la sala, nota aparte... observen cuidadosamente la ene, a la cual mi madre presta atención cariño y yo antes no comía alcaparras, hasta que Virginia se presentó en mi vida. Mi mamá sabe cuánto las odia, pero ella, por no querer darle gusto responde así:
"Las alcaparras que le meteré por el...", responde Virginia molesta, mientras me observa.
"Callada que sigue siendo mi madre", me tengo que aguantar la risa. Si pudiera sacarle una foto a Virginia cuando gesticula y utliza esas palabras, es y sin ánimo puñalesque, DIVINO.
"¡Si señora, mañana voy por ellas al super!", exclama ella.
"¿Y mañana qué piensas cocinar queridita Virginnnia?"
"Le voy a cortar una pierna señora y la ... ", miro a Virginia serio, ya son semanas de práctica y ella responde con una cara de puchero, "¡Pastel de carne!"
"¡Pero si eso hiciste la semana pasada!"
Virginia se muerde los labios, respira profundamente, y sonríe con dientes como cuchillos.
"¡Entonces le traigo empanadas de queso y jamón!", dice ella. Esas como me encantan, un novio argentino le enseñó a preparar la masa. Ese mismo novio le enseñó otras cosas que se quedan dentro de la habitación. Tal vez luego me anime a contárselas.
"¡Ay no! ¡Tú sabes que los lácteos me hacen mal!"
"Que raro, vaca gorda", murmura Virginia y yo tengo que pellizcarle el brazo, "¡Ouch!".
"¿Qué dijiste, Virginnnnia?"
"Que si le parecen unos bistecitos en salsa verde".
"¿Qué te parece Salo, los bisteces están bien? Porque si mal no recuerdo... a ti te hace daño la carn...."
"¡Están bien los bisteces, mamá!".
Entonces me disculpo y les digo que saldré a fumar, así se quedan calladas. El chiste, lo he descubierto, es medir el poderío de la mujer sobre el hombre. Cuando están solas no se qué se dirán, no creo que mucho. Pero cuando estoy yo de por medio, se preparan para darme ese show secreto que tanto disfruto en ocasiones y me hace reír, mientras camino sólo, con mi cigarro y el aire dispersando la risa contenida de semanas enteras.
4 comentarios
antoni -
putaqe es una caga da de juegos y maldito jejjeejejej
boo -
Espero no pasar por lo que pasa Virginia con la madre de mi novio. Saludos.
trux -
pero me gusto mucho leerte
besitos...
DuVeth -